Hoy, he ido a un centro de datos a montar un par de balanceadores, Barracuda 340 para ser exactos. Son unos trastos sencillitos, tripa Linux, pero que vienen listos para plantar y funcionar complicándose uno poco la vida.
Desafortunadamente, uno de ellos no pitufó. Se enciende, y a los diez segundos se apaga, sin que se vea nada en el monitor. Algo en la fuente, o la fuente misma parándose para protegerse por exceso de consumo. Sucede en las mejores familias. Abriendo caso con Barracuda.
Total. Les mando el número de serie, una descripción del problema, quién soy, mi talla de calzoncillos… Lo habitual. Y cuando por fin me ponen con un, cito textualmente, «Technical Solutions Engineer», me pide:
– Una foto del monitor en el que no se ve nada.
– Una foto del frontal del equipo.
Yo le ofrecí al fulano hacer un vídeo jurando sobre la biblia que no aparece nada en el monitor, y que el frontal del equipo es el frontal del equipo. Pero nada. Debe profesar otra religión, como la de las Amebas de los Últimos Días. Que le mande una foto de un monitor en negro, y una foto de un frontal igual al de los otros cientos de frontales de equipos del mismo modelo que han hecho.
La del monitor fue fácil, el primero apagado que pillé en la oficina fue suficiente. Ahora, desde cuando se tomaron las miles de fotos del frontal del trasto que hay por la web alante hasta ahora, han cambiado el modelo del frontal. Me cago en su departamento de márquetin. A ver qué invento. Por si acaso, he pedido una foto de verdad. Del que funciona, claro, que el otro ya está metidito en su caja.
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