Creo que he creado un monstruo.
Los días laborables, suelo ir a mi despachito en un pocholo edificio en Ciudad de la Imagen. Para entrar al garaje, hay dos puertas (verja y basculante) que se abren con mandos a distancia.
Cualquiera que abra habitualmente un garaje con un mando a distancia, entenderá lo siguiente. No se abre. Más cerca. No. A ver si haciendo el pino a la vez… A ver… Espera, ¡ahora!.
Y no hablemos de seguridad. La mayor parte de los mandos de garaje los puede copiar un adolescente medianamente listo esperando tranquilamente en un coche de aspecto inocente a una docena de metros de distancia.
Se pueden hacer las cosas mejor. Y para hacerlas mejor, se usa un teléfono móvil (en realidad, tantos como autorizados haya a entrar al garaje), un poco de programación, y un Arduino.
¿Por qué un Arduino? Porque es facilito de programar, relativamente barato (ciertamente no tan barato como un PIC y una placa de tiras de cobre china, pero tampoco tremendamente más caro), y porque Freetronics hace una versión que se alimenta por PoE.
No voy a vender la originalidad de la idea; unos segundos con Google encuentran rápidamente precursores de este proyecto, cuyo código abierto por supuesto aprovecharemos. Pero sí voy a defender sus virtudes:
- Se puede autorizar y desautorizar a usuarios sin más que poner y quitar sus códigos de una lista, que se puede mantener a golpe de ratón en una página web segura. Compárese esto con dar mandos y pedir que se devuelvan, y que por favor no se copien… Ay, qué risa, tía Felisa.
- Por lo antedicho, se puede dar un acceso temporal a una visita sin que tengan que llamar al visitado y éste a la recepción del edificio, con lo que al final, sin este sistema, resulta más práctico aparcar en la calle.
- Es mucho, muchísimo más seguro. No se puede copiar. Y de interceptarlo, no voy a decir imposible, pero: está protegido por dos encriptaciones fuertes en la señal que viaja por radio, una de ellas extremo a extremo hasta el equipo que gestiona la apertura de la puerta (el Arduino), desde donde solo queda un corto cable que va empotrado por el interior del edificio. De hecho, desde un punto de vista de seguridad, cumple bastante bien la clásica prueba: Se puede explicar perfectamente a alguien cómo funciona con todos sus detalles, y ese conocimiento no acerca claramente a ese alguien a la posibilidad de violar el sistema.
- Y finalmente, ya no hay otro maldito mando más del que acordarse y al que cambiar la pila. Con acordarse del móvil, suficiente.
Así que acordado que montamos todo esto, se piden los componentes… Y de repente, me encuentro con más gente comprando Arduinos. «Es que me moló el asunto». Bueno; encantado, colega. Ya jugaremos juntos.
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